viernes, 26 de septiembre de 2008

EL TANQUE IV

EL TANQUE IV

Después de las palabras de mi ama, esperaba impaciente ese día en que ella me iba a demostrar lo que me quería, me había hecho saber que no iba a ser gratis, pero me importaba poco, estaba como un niño con zapatos nuevos, sólo de imaginar que iba a estar con ella, y el además el pensamiento de que ella permitiera que Mario lo presenciaba, me excitaba aún más. Pensaba, que ella que me quería tanto, iba a dejar bien claro quién era el esclavo principal, bla, bla, bla...

De pronto un día me levanté por la mañana, y Erika no estaba, había madrugado muchísimo, cuando baje, ella venía empapada y ya había desayunado, traía la ropa chorreando y parecía salir del tanque del agua. Antes de que yo pudiera decir nada, ella me espetó que Mario iba a estar fuera un par de días y que esos días me tocaba a mi ocuparme de la casa y de todo lo demás, ella había ya llamado a mi trabajo para decir que en esta semana no iba a acudir porque estaba enfermo.

Me alegró librarme un par de días de la presencia -para mí- intoxicante de Mario y me afané en demostrarle que nos podíamos pasar sin él, la verdad que iba de cabeza, y eso que lo que hice en esos tres días fue apenas el diario de la casa, sin planchas, sin lavadoras, sin limpiezas extraordinarias, sin compras..., bajé al sótano con la excusa de limpiar y miré el cuarto de mario, sus cosas aún estaban allí, imagino que íntimamente deseaba que él no volviera.

En la tarde del tercer día, mi ama me indicó que me quedara y que preparara una cena especial. Había llegado a casa con el coche repleto de cosas y quería que preparara una cena "Digna de una velada que no olvidarás nunca"...

Ella llegó algo temprano, se descalzó nada más entrar, estaba contenta, cariñosa, serví la cena y ella me prohibió coger nada, tampoco me dejó sentarme, yo llevaba toda la tarde batallando en la cocina y estaba algo cansado, pero ella estaba de tan buen humor y alabó tanto la comida, que en el fondo me dio igual, al entrar, me había hecho desvestirme, luego me cogió del pelo y me hizo arrodillarme en el suelo, me puso la cabeza en el escalón de entrada y me pisó el cuello con fuerza, me costaba respirar holgadamente, entonces ella con una mirada de gran superioridad me espetó, dime, ¿Quién manda aquí? Tú, ¿quién si no? ¿no ves que estoy a tus pies, que estoy loco por ti?... Entonces, ella repitió. ¿Quién manda aquí? Tú, tú, tú... Bien, dijo ella sonriendo malévolamente, eso lo vamos a dejar hoy bien claro.

Cenamos y yo ya tenía hambre, ella se sirvió bastante y quedó también bastante en el plato, me ordenó entonces colocarme a cuatro patas y riéndose, tiró todas las sobras de su plato al suelo, la mirada de desprecio con que lo hizo me excitó y me dio miedo, además ella sabía que era escrupuloso, pero la verdad es que la mirada de ella, era tan... autoritaria, que comí del suelo con placer y devoción las sobras de su plato.

Cuando terminé, mi ama me esposó las manos a la espalda, y se levantó, abrió sus piernas, no llevaba ropa interior, cosa que me sorprendió y me excitó, se tumbó en el sofá y rocío todo su pubis con la compota que tanto me gustaba y que ella poco amante de los dulces raramente compraba, eso me hizo pensar que la había comprado para mí, estaba excitadísimo, el cinturón me iba a explotar, ella se retorcía y me tenia agarrado del pelo empujando con vehemencia mi cabeza contra su sexo. Rápidamente ella tuvo dos orgasmos, entonces relajada se aseó un poco de los pocos restos de la compota y recostada en el sofá se quedó adormilada, yo que también andaba muy cansado, esposado como estaba, y con el gran dolor que tenía en los testículos, quedé tumbado en el suelo, a los pies del sofá, en posición fetal y semidormido, no pude dormir porque el cinturón me estaba oprimiendo de tal manera que se había convertido en un suplicio y con las esposas no conseguía encontrar una postura mínimamente cómoda que me permitiera alcanzar sueño.

Apenas pasaron unos 25 min. cuando ella se despertó del leve sopor en que había caído, aun así, dio media vuelta en el sofá y se quedo ahí un rato, los 40 min. de esta leve tregua hicieron que me relajara un poco. Me agarró del collar y tiró de mí, eso me hizo levantarme aunque las esposas hacían que mi equilibrio fuera precario. Entonces ella me dio un beso largo, maravilloso y dulce, y me susurró al oído: dime, ¿quién manda aquí? Esa mezcla de malicia, maldad, dulzura, cariño, dureza, ironía, sarcasmo, crueldad... todo, tan contradictorio y tan mezclado a veces, hacía que ella me envolviera por completo, entonces, más que nunca, yo era un muñeco en sus manos. Bruscamente me agarró por el collar y subió las escaleras mientras yo trastrabillaba por ellas, Entonces, me retiró el cinturón y me esposó boca arriba en la cama. Me abrió las piernas y empezó a olisquear mi sexo, parecía muy complacida, entonces me dijo, hueles como un animal en celo... me gusta...

Para mi sorpresa pasó su lengua lenta y deleitosamente por mis testículos, en la base del pene, el perineo... yo me retorcía de placer y me costaba reprimir mi orgasmo, llevaba dos meses de represión con el cinturón y además la frustración desde la llegada de mario era tremenda, ahora mi ama, estaba conmigo como una mujer, o casi, haciendo cosas que yo jamás había vivido con ella, estaba feliz, me quería más que a nadie y me lo estaba demostrando, estaba loco en todos los sentidos. Entonces le supliqué... Erika, Erika, te quiero tanto... por favor, déjame terminar...

Ella sonrió de nuevo provocadoramente, con esa mirada de poder y maldad que tanto amaba en ella, y me dijo dulcemente, pero mi amor... ¿podrás luego complacerme? ¿podrás tantas veces como yo desee? Sí, sí, sí, ¡por favor! No puedo más... Lo deseaba como nunca, temía, que una vez más, ella practicara su juego cruel, excitarme al límite y luego no permitirme eyacular... Cuando esto sucedía, yo jamás sabía si ella me permitiría terminar o no, yo suplicaba una y otra vez, y me esforzaba, como un perro en busca de su hueso después de meses de hambre, en complacerla, pero ella a veces cruelmente, me dejaba así, sin saber cuándo ella decidiría que merecía recompensa.

Extrañamente, ella accedió... yo me retorcía y ella esperaba sonriente a mi lado sentada, después, esperó un rato y me dijo... ahora debes pagar... me cogió con fuerza los testículos y los retorció, estaba exhausto, ella aflojaba la presión y la volvía a ejercer, el dolor era insoportable y me llegaba al estómago, su mirada era de poder total, estaba increíblemente linda. Entonces, empecé a suplicar... Piedad, piedad, mientras resoplaba...

Empezó a reírse, y me dijo, si, pobre... ¿demasiadas emociones verdad? Sí... OK, tienes un respiro, y bajó como si nada, a comerse un helado... Pasaron unas dos horas, me recuperé un poco, y ella subió, se había duchado y perfumado con mi perfume favorito, entonces se acerco a mi y sin decir nada, se coloco encima mía, empezó a moverse pausadamente, estaba exultante, me dijo al oído: Te estás portando muy bien, pero aún, vida mía, no hemos terminado, hoy será un día inolvidable para ti... ¿Ves? ¿Comprendes vida mía, que te quiero más que a nadie? Si a veces soy cruel, es sólo por eso, porque te quiero más que a nadie, tengo que educarte... La besé esposado como estaba... Fue un beso tan largo, tan cariñoso, tan lento, profundo, ella parecía tan mujer sin dejar de ser mi ama...

Continuará.

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