viernes, 22 de agosto de 2008

SPIRIT DENNIS COLD un tipo muy inteligente...

Quisiera trasladaros aquí unas palabras que me parecen muy interesantes, pertenecen a Spirit Dennis Cold, desde que entré en contacto con él me sorprendió gratamente su manera de expresarse, su conocimiento del tema y sobre todo el humor y naturalidad con que habla de las cosas.

Spirit, tiene un ama -que no soy yo-, tiene una esposa -que tampoco soy yo- y tiene una vida que compagina con mayor o menor éxito con su ser sumiso, pero lo más interesante de esta vida es que mantiene como yo, una relación importante de bdsm con una persona que es especial en su vida y que comparte su experiencia...

Saludos y aprovéchenla

3-MIEDOS, DESEOS Y GENTES Y PERSONAS EN GENERAL

“Una cebra va por la selva y se cruza con un león que quiere comérsela. Evidentemente, tiene miedo. El miedo es importante, pues viene ligado al instinto de supervivencia. Pueden pasar dos cosas; que la cebra se escape o que sea comida. Si es comida se acaba la historia. Pero si se escapa también se acaba la historia; la cebra sigue, una vez a salvo, paseando por la selva, comiendo hierva y haciendo su vida de cebra normal. Olvida el miedo que le generó ver al león y que le hizo escapar. Pues bien; el hombre es el único animal que continuamente piensa que ve a un león. Y el miedo que esa visión le provoca hace que genere las mismas reacciones químicas que si de verdad estuviera allí. Y ese continuo miedo no le hace sobrevivir, si no que le impide crecer”.

Transcripción bastante libre de una entrevista a Eduard Punset.

Recapitulando; por las razones que sean, tenemos estas fantasías o hemos dado con ellas cual Santo Grial. El siguiente paso es llevarlas a la realidad. Sin embargo, dar el paso de una fase a otra no es nada fácil, aunque como en todo me remito a que cada persona es un mundo y tiene su historia y circunstancias. No porque no haya gente, medios u ocasiones para llevarlas a la práctica, que en todo caso sería otro tema. Si no que es difícil dar el paso por nosotros mismos.
Tenemos miedo porque nos sentimos raros. Tenemos miedo porque no nos aceptamos. Porque desconocemos. Porque mitificamos y no comprendemos. Porque negamos. Porque al fin y al cabo existen términos como el dolor y eso da un poco de yu- yu. Porque hemos oído, leído o visto estereotipos insanos sobre estos mundos. Porque estamos hablando de algo que no es convencional. Porque nos puede dar vergüenza reconocer que nos gusta que nos peguen, aten y vejen, incluso a nuestros más íntimos. Porque la sociedad nos califica de depravados y el rechazo es tal que ríase usted de aquel al que le abandonó el desodorante. Por cómo reaccionará nuestra pareja, caso de tenerla. Porque si eres sumisa y dices en tu entorno que te gusta esto te dirán cosas como “acabarás muerta en un descampado”. Porque el infierno son los otros. Porque si eres Amo te acusarán de maltratador. Porque por mucho que nos la suden los demás, estamos viviendo con ellos. Porque aceptarse es un proceso, y luego tirarse a la piscina otro. Porque no cuestionan a la persona, si no al rol. Dejas de ser el macho masculino tradicional, caso de ser sumiso, y te conviertes en un fracasado calzonazos a ojos del mundo. Y encima a saber cómo harás o canalizarás esas fantasías raras, a ver si te crees que eso se puede decir en la barra de un bar y ligar con la primera que pasa.

¡Ey!, nadie dijo que fuera fácil.

Sí que es cierto que existe una cierta “barrera” ante estos mundos y todo lo expuesto es verdad, pero que nadie muera de frustración. Para ello ya tenemos el fútbol. No estamos en Afganistán y se ha exagerado un poco el panorama. Pero para que no se piense que se ha exagerado mucho pondré algunos casos, a modo de ejemplos, que he visto/ vivido o me han contado a lo largo de mi larga o corta trayectoria;

Conozco un amigo, sumiso también, que ocultó durante años sus fantasías sexuales porque pertenecía a un cuerpo macho y viril como La Legión. ¡Ah!, el ejército; acepta a los asesinos en masa pero no a los que les gustan ser dominados por mujeres. Otro conocido ocultó durante años sus fantasías a su esposa, porque tenía miedo de que no le comprendiera. Ignoro como acabó la historia, supongo que con amantes furtivas y/o divorcio. Yo era habitual de un chat. Durante un tiempo hice amistad con una chica que buscaba información, pues su pareja le había pedido practicar bdsm y ella estaba confusa y asustada. -“¿Y si se pasa de la raya?“- me preguntó un día. Creo que entonces: a) no confías en tu pareja b) no estamos hablando de bdsm, por lo que en ambos casos tenéis un problema, pero oye...... ¿quién soy yo para asesorar matrimonialmente a nadie? Algunas noches de luna llena me preguntó qué habrán hecho al final, aunque me tomo un par de cervezas y se me pasa.

Comentando el tema de que a veces es difícil dar un paso adelante, una amiga, hoy en día una de las mejores Amas del Reino, me dijo que eso son chorradas, pues si algo te gusta lo pruebas y ya está, como hizo ella. Y entonces un contertuliano le recordó la primera vez que entró a un local bdsm, siendo ella por aquel entonces simple curiosa. Iba con una amiga que quería probar la sumisión con un noviete que tenía y la hoy en día “no pasa nada, se prueba y ya está”, empezó a dar gritos de que como hicieran daño a su amiga se iban a enterar, que vaya locos que eran todos los que estaban allí y demás lindezas. Vivir para ver las vueltas que da el mundo. Me dice la protagonista que no fue exactamente así, pero....¿vamos a cambiar una bonita leyenda por una miserable realidad?.

Personalmente, a mi me costó bastante aceptarme durante la adolescencia. Lo cual, esto me recuerda, con la perspectiva del tiempo, a aquellos gays que salen en “El Diario de Patricia” contando que ocultaban su homosexualidad a sus madres y que ligaban con chicas para ocultar sus verdaderos deseos. Porque claro, en una discoteca, le puedes decir a una chica si estudia, trabaja o se deja meter mano (normalmente las 3 cosas). Pero no si te puede atar y pegar. Así que yo durante una larga etapa adolescente negué mis fantasías e incluso me avergonzaba masturbarme con ellas. Qué tonto que era, por Dios, pero qué le vamos a hacer. Si volviéramos atrás con todo lo que sabemos ahora seríamos Dioses.

Mucha gente, es cierto, no ha tenido trauma ninguno. Ha dicho “esto parece que mola, a la piscina con ello”. Otros simplemente se han dejado llevar de la mano de alguien en quien han confiado o a quien han querido, de forma progresiva, poco a poco. Hay quien ha tenido miedo a saber si está a la altura. Supongo que no le gustaría lo suficiente, porque ese mismo miedo lo pudimos tener todos a dar nuestro primer beso y aún así lo dimos. En fin; nos remitimos a lo dicho de que cada persona es un mundo y tiene su propia historia......¿Tenías miedo al entrar? ¿A qué? ¿Cómo lo venciste?.

Puede no ser fácil abrirse camino, pero las fantasías sexuales son tercas y se abren paso por ellas mismas. No se pueden poner diques al mar. Todo parte de un deseo. Y que éste sea lo suficientemente fuerte para llevarte hasta el final y vencer todo tipo de miedos. ¿A qué se reduce todo? Supongo que a una cuestión de libertad y seguridad.

Libertad para elegir la opción sexual que quieras sin que te condicione tu entorno. Y eso requiere de un proceso y de una madurez. Seguridad para llevarlas a la práctica sabiendo que es eso, una fantasía.

Me viene a la mente un chiste-moraleja recogido por Jorge Bucay en su libro “Déjame que te cuente...”. Dos amigos se encuentran y uno le dice al otro que va al psiquiatra porque se mea en la cama. Al tiempo se vuelven a encontrar.

-¿Qué -le pregunta el amigo- cómo te ha ido la terapia?.
-Fabulosa -Le contesta él.
-¿Ya no te meas en la cama?.
-Sí, pero ya no me importa.

Hay dos versiones más; en una la contestación es “sí, pero ya se por qué” y en otra la contestación es “sí, pero ahora me pongo calzoncillos de goma”. En todo caso también me viene a la memoria el cuento del ciempiés, este recogido del libro “El mundo de Sofía”;

El ciempiés era el mejor bailador del bosque. El grillo, que le tenía envidia, quiso desmontar su hermoso baile. Y por ello le preguntó; “Ciempiés; me encanta tu forma de bailar. ¿Cómo lo haces? ¿Pones primero tu pie número 49 y luego el 15? ¿Empiezas por los múltiplos de cinco y luego avanzas con los pares?” El ciempiés se quedó pensativo. No sabía cómo lo hacía. Y desde entonces, cada vez que se ponía a bailar, lo pensaba y no le salía ningún baile. A veces, la razón anula la intuición.

Es decir; qué más da porque nos gustan estas fantasías. No debería ser ese el debate. El debate debería ser vivirlas y disfrutarlas. Y hacer algo útil y bello con ello.

Y ahora enfocamos el tema de la seguridad;

Cuando alguien entra un poco en estos mundos desde el desconocimiento más absoluto (y más legítimo) lo primero que le viene a la mente son las leyendas urbanas que Hollywood o las series malas de la tele se han encargado de propagar. La advertencia de que acabarás muerto/a en un descampado. (Pero tranquila, que el agente Grissom resolverá el caso).

Vamos a ver; los psicópatas, asesinos y mal nacidos en general no se disfrazan de bdsm ni tienen nada que ver con él; son psicópatas, asesinos y mal nacidos en general, y existen desde el alba de la humanidad y existirán hasta el final de los tiempos. Punto. El bdsm, estos juegos, no tienen nada que ver con los terribles sucesos que leemos cada vez más habitualmente. Las diferencias son palpables, pero antes me gustaría remarcar una frase de un amigo mío que creo definitoria; “Conozco a muchas mujeres que han acabado en el hospital o directamente muertas a manos de sus parejas convencionales. A ninguna que le haya pasado lo mismo por practicar bdsm”.
Y es que una relación bdsm no es más que un Mc Guffín y una suspensión de la realidad. Me explico;

El Mc Guffin, en el argot cinematográfico, es algo así como “un truco”. Un suceso que da origen a la trama y que está presente de forma obvia (y por tanto imperceptible) en toda la película, aparentemente nimio pero de vital importancia porque sin el cual no se hubiese originado nada. Como cuando en “Ciudadano Kane” el moribundo dice “Rosebud”. Gracias a ello, pese a que nadie lo ha oído, se repasa su vida. Pues bien; en el bdsm el McGuffin es que es un juego de voluntades. Se está porque se quiere. Y eso mismo se obvia y nos conduce a suspender la realidad; es decir; estamos dispuestos a creernos (o, mejor dicho, a sentir) cosas que sabemos que no son ni ciertas ni creíbles, como cuando vemos “Supermán“ y admitimos que un hombre puede volar. En este caso ejercemos unos roles, creamos unas reglas. Creamos un mundo interior en el cual no ha de entrar el mundo exterior. Lo que diferencia una relación bdsm, por muy extrema que sea, de estar preso en Guantánamo, los malos tratos o recibir una paliza del borracho del bar es que el bdsm es esto. Un salto con red. Creo que la mejor definición que se me ocurre es que, en mi nada humilde opinión, creamos una ilusión. Nos creemos las prácticas, las transformamos en emociones, las vivimos y sentimos.

El sumiso/a hace una “cesión de derechos” porque le da placer entregarse, disfrutar con el dolor, disfrutar con las ataduras o con las vejaciones, y el dominante “recoge” esos derechos para utilizarlos porque le da placer su complementario; dominar, vejar, azotar, etc.....pero nos ponemos de acuerdo hasta donde podemos y queremos llegar. El dolor duele, claro, pero en el momento que es un dolor elegido ya no es un daño real. Ya hablaremos de canalizarlo en otras sensaciones. Y el pegar puede ser peligroso si se pega mal, claro, pero por ello se tiene la confianza de que la parte dominante no va a hacer nada que no esté segura de hacer. Los verdaderos sádicos no practican el bdsm; se hacen presidentes de los EEUU.

Y en esto un aviso a los humoristas sin ideas; la figura del masoca que va por las calles pidíendole a la gente que le pegue, no existe, por mucha (supuesta) gracia que haga (supongo que las primeras tres millones de veces alguna haría). El dolor se disfruta en un contexto, en un ambiente de fantasía, con unas normas de seguridad.

Por ello todo aquel que se haya adentrado en el mundo del bdsm sabe que el lema del mismo es “Sano, Seguro y Consensuado”. Se trata de jugar a una fantasía sabiendo lo que podemos hacer y lo que no. En el momento en que las reglas no se cumplen, el sumiso “recupera” los derechos que previamente ha cedido, se hace obvio el Mc Guffín y se grita a los 4 vientos. Se rompe la cuarta pared y Superman dice; “me llamo Cristopher Reeve y estoy colgado de un cable“. Se para el juego.

¿Existen riesgos? Como todo en esta vida. En el momento en que alguien está atado está indefenso....¿cómo sabe que la otra persona va a respetar esas reglas y no se va a extralimitar? Ahí partimos de la confianza en la otra persona; el bdsm es un juego de confianza y honestidad, por eso tampoco es cuestión de practicarlo como si fuera un polvo furtivo de buenas a primeras. Sano, seguro y consensuado. Y partimos también del sentido común, el mismo que nos incita a no coger caramelos de desconocidos con gabardina. .¿Puede haber accidentes en las prácticas bdsm? Igual que en el trabajo pese a la ley de prevención de riesgos.

No quiero decir con ello que esto es jauja y no pasa nada. Es algo serio y conlleva responsabilidad, respeto, riesgos y saber hacer. Solo quiero decir que el miedo, aún siendo legítimo, no nos ha de paralizar, solo incentivar a tomar las precauciones para ello. Se corre más riesgo de caer en manos de un psicópata viendo cualquier partido de fútbol que en realizar una fantasía sexual consentida una noche de verano en la que sea muy hermoso no querer ni sentir.

Pero además, estas cosillas que se calibran propias de estos mundos se cuelan de forma habitual en la llamada sexualidad convencional, cuando no en la propia vida social, por lo que de tan tarados no serán. Solo se diferencian, como diría un alcohólico, en el hábito y el grado. Si aceptamos, por ejemplo, que la estética fetichista es una de las características de estos juegos, vemos como el fetichismo de cualquier tipo está en todas las partículas y moléculas del aire, cortesía de la moda, la publicidad, la tele, el cine y demás corporaciones siniestras (pero legales) que apelan a nuestros más recónditos deseos ocultos del subconsciente. A ver si piensan que Gilda se quitó un guante para no ensuciárselo y si las cantantes de moda visten botas altas y minifaldas para estar más cómodas, por no hablar de esos torsos desnudos de los culebrones de sobremesa.

Creo que está relativamente extendido (salvo en gente como mi madre, miembros de corazón del Opus Dei y demás fauna similar) los juegos eróticos en los que una parte venda los ojos a la otra con un pañuelo, el morbo de alguna atadura con el mismo o algún cachete bien dado, e incluso arrebatos aparentemente inofensivos como el clavar las uñas en la espalda o morder con más intensidad de lo habitual. Juegos suaves que condimentan el polvo convencional. Joder, si al fin y al cabo el beso no es más que una reminiscencia carnívora. ¿O es que no han visto lo guarros que son en “9 semanas y media” o lo bestia que es Jack Nicholson en “El cartero siempre llama dos veces”? ¿Y la relación dominación- sumisión emocional de muchas parejas? ¿Además, el amor no es en mismo una entrega?.

Como todo en esta vida, nada es malo de por sí. Todo depende de la utilización que se hace. El cuchillo sirve para cortar la carne. Pero también para matar una persona. Lo mismo con el bdsm. Si es sano, seguro y consensuado, no puede ser malo. Si la concepción del bdsm que tiene una persona se sale de estos parámetros, sea en el rol que sea, se tiene un problema. Pero es por la persona en sí. No por el bdsm. Como diría un antiguo profesor mío, no existen las crisis, si no personas que siempre están en crisis y siempre lo estarán.

Creo que si analizasen en verdad nuestros deseos y pensamientos pocas personas se librarían de ser tomadas por locas, así que no se metan con los pocos que llevamos a la práctica una mínima parte de ellas sin hacer daño a nadie (no en el sentido literal, claro, que al fin y al cabo estamos hablando de causar dolor). Otro argumento sería sobre lo absurdo de esta sociedad y prácticamente todas las premisas en las que se basa, donde ser políticamente correcto, como diría Joaquín Sabina, es aceptar que ¾ partes del mundo se están muriendo de hambre, así que no me digan lo que está bien o está mal. Que no nos vengan con monsergas y gilipolleces.

Dicen los defensores de la sexualidad tradicional que es la forma “natural”, por lo que todo lo que se aleje de ahí son aberraciones producto de ese colega llamado Satán. Si de la forma “natural” dependiéramos, lo natural sería morirnos en cuevas de enfermedades que a día de hoy, gracias a la forma “no natural“ de vida, no nos hacen gritar de dolor ni fallecer tras una larga agonía. Tampoco es natural vivir en cómodos pisos con aire acondicionado, ni la castidad, pues ningún animal la practica, ni la caridad, pues la naturaleza se reduce a la ley del más fuerte. Y así hasta el infinito. Porque, desde luego, no veo el por qué no tiene que ser natural el tener la capacidad de pensar y crear mundos de fantasías y disfrutar con ellos.

Menos mal que yo no tengo más religión que un cuerpo de mujer.

El bdsm, como el sexo, como el amor, como los sentimientos, es también un canto a la libertad y a la vida. Un deseo, un juego, un aliciente, una emoción, para sortear la existencia. La última vez que salí a la calle nada de esto era delito. Por ello hay que quitarle mitología, trascendencia y literatura. Por ello no se ha de tener miedo.

Y estableciendo estas premisas....¿ahora qué? Hemos llegado a unas fantasías. Hemos vencido nuestros miedos. Y ahora queremos conocer a gente para practicarlas porque esto del sexo, como diría Woody Allen, mejor acompañado que solo, ya que, al menos, se conoce gente.

Ahora bien, esta es la la parte chunga, pero tranquilos, que para eso se inventó internet.

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